Para Judith Rovira i Ubach, nieta de Josep Ubach:
La
historia pugilística del duro boxeador Josep Ubach comienza de la mano de una
entidad mítica en el boxeo español: el Club
Pugilista de Barcelona. Con más voluntad que medios, el club estaba formado
en su mayoría por jóvenes de familias bien avenidas que querían importar a la
Barcelona de principios del siglo XX un deporte tremendamente popular en
Francia o Inglaterra pero aún desconocido en España: el boxeo.
El
Club Pugilista fue creado en abril de 1913, y de la mano de su profesor, Tony
Berton, pronto se lanzó a organizar veladas con las que pretendía popularizar
tan apasionante deporte. En ellas participaban algunos de quienes, con el
tiempo, pasarían a ser tenidos como pioneros del pugilato en nuestro país: Larruy,
Beovide, Armengol… El primer combate de Josep Ubach abre la segunda de estas
reuniones, que con buena concurrencia se celebra el sábado 10 de mayo en la
sede del Club. En esa ocasión, Ubach es vencido por Grau en 4 asaltos de 2 minutos de duración.
La
historia del Club Pugilista fue breve, y sus aspiraciones de popularizar el
boxeo en Barcelona, si no del todo fallidas, no vieron fruto hasta varios años
más tarde. Tampoco volvemos a tener noticia de Ubach durante nada menos que 7
años, periodo en el cual el pugilismo fue poco a poco abriéndose camino en la
ciudad condal, convertida de facto en el centro de este deporte en España.
Buena
parte de la labor de promoción del boxeo durante estos años corrió de cuenta de
otro de los antiguos miembros del Club Pugilista, Ramón Larruy, quien realizó
una incansable y entusiasta labor desde el Ateneo Enciclopédico Popular. Así,
en abril de 1920 coinciden por primera vez dos
veladas pugilísticas en Barcelona. Por un lado, el Sporting Boxing Club organiza
una reunión en su local social; por el otro, el AEP ofrece un cartel encabezado
por José Ubach, miembro del Ateneo,
quien vence a González por ko
técnico.
El
éxito de estas reuniones anima al AEP a organizar una serie de veladas en un
teatrito llamado Iris Park, en las que con un rigor encomiable se lanza a celebrar
los primeros campeonatos nacionales con un mínimo de rigor. El jueves 8 de
julio, Frank Puig vence a Ángel Munich y se proclama campeón de España del peso
welter. Esa misma noche, otros dos boxeadores de la misma categoría de peso se
enfrentan en un apasionante combate que arranca encendidos aplausos del público
al final de cada uno de los 6 rounds de 2 minutos. Pedro Sáez, que unos meses más tarde se convertirá en el nuevo
campeón, hace valer sus 4 kilos de ventaja (66 sobre los 62 de Ubach) y se alza
con la victoria por estrecho margen de puntos.
Un
mes más tarde, el 5 de agosto, el AEP enfrenta, en el mismo escenario y a 8
rounds de 2 minutos, a Josep Ubach contra Andrés
Goñi, del Boxing Club de Sans. La crónica de Mundo Deportivo del 12 de
agosto, aunque breve, no deja lugar a dudas sobre la calidad de los
contendientes: “Un gran combate. Venció Ubach por puntos. Ambos ovacionados”.
El
25 de noviembre, en otra velada del AEP en el Iris Park, José Ubach tumba para
la cuenta en el primer asalto al debutante Strong,
del Pugilistic Club de Gracia, a pesar de los 5 kilos de peso en los que este
le supera. Esa noche, César Alaix se convierte en campeón de España de los
pesos gallo y Molero se hace con el título del peso pesado ligero.
La
carrera de Ubach está lanzada. El 23 de diciembre vence por puntos a Rojas, en combate a 6 asaltos, y el 27
de enero encabeza el cartel en pelea de revancha contra Andrés Goñi, a quien vuelve a derrotar a los puntos en 8 rounds.
La
situación en los pesos welters es, sin embargo, complicada. La inexistencia de
una Federación de Boxeo (la Federación Española de Deportes de Defensa se
constituye en Barcelona en enero de 1921 pero no es reconocida desde Madrid) y
el hecho de que el tenido por campeón, Joe Walls, hubiera fijado su residencia
en Francia, hacen que se de por campeón al catalán Pedro Sáez, el mismo que seis meses antes se impuso a Ubach por
estrecho margen de puntos. Los aficionados reclaman la revancha, esta vez con
el título en juego, y ésta queda acordada para el 31 de marzo, con arbitraje
del legendario Juan Casanovas.
Los
aficionados que llenan el Iris Park reciben al campeón y al aspirante con un
fuerte aplauso. El combate, pactado a 10 asaltos, comienza limpio
y clásico, cambiándose mutuos golpes con precisión y estilo, habiendo aplausos
para la elegante labor de ambos púgiles. Ubach parece más batallador, pero
excesivamente nervioso. En el segundo y tercer asalto pega con tanta precisión
y fuerza que el público, seguidor en su mayoría del popular Sáez, empieza a
temer una decisiva derrota de Peret; éste tiene la cara ensangrentada. En el
cuarto coloca Sáez un buen crochet en la cara y el combate se hace más igual.
Desde aquí al noveno inclusive son todos los asaltos favorables a Sáez, que al
fin del séptimo pega un colosal crochet derecho. Los asistentes están
pendientes del resultado. Ubach parece definitivamente dominado, pero valiente.
Décimo asalto. Durísimo ataque mutuo; Ubach pega una serie de crochets, que
hacen vacilar a Sáez; los espectadores abren los ojos con sorpresa. Ubach ve la
difícil posición del campeón y sigue atacando desesperadamente; le hiende la
arcada subciliar derecha, le lleva a las cuerdas. Sáez, vacilante, responde como
puede. El público ruge, vociferando advertencias, cada cual a su predilecto; todos
se levantan y el round termina en medio de un clamor inmenso que no deja oír el
gongo. Ambos boxeadores están deshechos. El resultado es de match nulo. El
cronista de Mundo Deportivo resume el combate con las siguientes palabras: “Sáez
boxea mejor que Ubach; Ubach pega más duro que Sáez; si Ubach corrigiera sus
nervios, sería el mejor.”
Diez días
más tarde, Josep (que por entonces ha abandonado el Ateneo por otra institución
más profesionalizada, el Barcelona Boxing Club) repite resultado ante Tomás Thomas en el Frontón Condal, en
pelea a 6 asaltos.
Cuarto combate: Thomas-Ubach. Encarnizado y violento
como todos aquellos en que Ubach toma parte. Sus durísimos ataques no
consiguieron aturdir a Thomas un instante. El aturdido resultó el propio Ubach
a partir del cuarto round, en que fue al clinch repetidas veces. En el quinto
se afianzó el dominio de Thomas, cuyos repetidos ataques a la mandíbula
hicieron agacharse a Ubach más de una vez. Match nulo.
Esa
velada, el mítico campeón francés Georges Carpentier ofrece una exhibición en
el ring.
Aún en
abril (el 28), Ubach vuelve a repetir en el combate principal del Iris Park,
forzando a Frank Puig al abandono en
el tercer asalto de los diez acordados.
El boxeo
se encuentra en pleno auge, y continuamente surgen empresarios dispuestos a
participar en la fiesta. A principios de mayo se anuncia que, “para dar veladas los sábados, ha
surgido una nueva empresa que se propone hacerlas en el Frontón Condal. Su
primer acto, en relación con el deporte, ha sido asignar un sueldo fijo a los
boxeadores Ubach, Miró, Goñi y Sáez, a cambio de que éstos no boxeen en soirées
organizadas por cualquier otra empresa”. Breves aventuras, solo alcanza Ubach a
participar en una de tales veladas, la que el sábado 14 de mayo le enfrenta
contra Ángel Artero (buen boxeador
que llegará a ser uno de los mejores entrenadores de este deporte en España).
La fortuna no acompaña a Ubach en esta ocasión:
Artero
venció Ubach por k. o. al octavo round, después de haberle martilleado a
conciencia la mandíbula, empleando referentemente la derecha, en cross más
duros que precisos. Ubach no atacó con la furia acostumbrada, no colocó un
golpe que a Artero diera que sentir, fue inferior a sí mismo. Después se nos
dijo que estaba convaleciendo de una enfermedad febril muy reciente; si es así
no debió salir al ring de ninguna manera. Previmos lo sucedido en el séptimo
asalto, en que cada golpe a la mandíbula le arrancaba un gesto de dolor,
viéndosele muy claramente el descorazonamiento. Efectivamente, al octavo cayó
de espaldas, de un swing izquierdo; cuando el árbitro contaba siete, empezó a
levantarse penosamente; coincidió el ponerse en pie con la palabra “diez” ;
hizo ademán de combatir; mas impidióselo el director de combate, levantando la
mano de Artero. Ubach protestó, el público secundóle y hubo un escándalo mayúsculo.
Realmente Ubach estaba en guardia antes de ser pronunciada la palabra “out”
(fuera); pero iban transcurriendo los diez segundos reglamentarios.
Lo
cierto es que José Ubach, que ha rozado el máximo puesto nacional en el
enfrentamiento contra Sáez, nunca volverá a situarse entre las primeras figuras
del boxeo, a pesar de que continuará peleando durante al menos un año más.
En
el verano de aquel mismo año de 1921, las cosas parecen ir bien. Sube por dos
veces al ring instalado en el Parque de la Ciudadela y obtiene dos victorias
por puntos ante Ángel Munich (el
martes 21 de junio) y Frank Puig (el
viernes 1 de julio). Aunque se anuncia su revancha contra Pedro Sáez para
finales de ese mes, una enfermedad le obliga a suspender el encuentro. Luego,
el 2 de septiembre, Gastón C. Anderson
le fuerza al abandono en la velada que los señores Paulí y Pons, del Sporting
Boxing Club, organizan en el Teatro Español.
La
relación con Anderson marcará los
siguientes meses de la carrera de Ubach. Se anuncia la revancha para el 29 de
noviembre, en una velada en el Iris Park en la que por primera vez en España se
usarán vendajes duros. Pospuesto el combate al 1 de diciembre, Ubach vuelve a
abandonar ante su rival, esta vez en el séptimo asalto.
No se
prodigan los combates de Josep Ubach. En febrero, el padre de Anderson, un
canadiense afincado en España que se dedica a promover encuentros y apadrinar
boxeadores, organiza en Madrid una serie de veladas pugilísticas, para las que
se lleva a varias figuras reconocidas de Barcelona entre las que figuran José Ubach, Fernando Urtasun,
Americano, Cañizares, Sesma y otros. En el Palace de Madrid, el 16 de febrero, Gastón Anderson vuelve a obligar a
Ubach al abandono en el quinto round.
La
aventura madrileña es breve, y en abril se encuentra de vuelta en Barcelona, donde
el promotor Juanito Elías lo enfrenta, el día 26, con Ricardo Alís, un muchacho de 16 años recién cumplidos que, llegado
de Valencia, lleva una increíble serie de victorias en los pesos ligeros y está
a punto de ingresar en los welters. Veterano, batallador, buen profesional pero
asequible para el pujante joven, Ubach es recibido como la víctima
propiciatoria para lanzar al estrellato a Ricardet.
Sin
embargo, contra todas las expectativas, Josep Ubach libra un estupendo combate
en el que domina hasta el séptimo round, siquiera de forma ligera. Alís, que en
los tiempos por venir iba a convertirse en campeón de España de los welters
(durante un año) y de los pesos medianos (durante cuatro), reaccionó sin
embargo al final del combate y llegó a dominar en los últimos tres rounds, lo
que le valió la victoria por puntos. El entusiasmo del público se desbordó en
aplausos al terminar el combate.
En los
meses siguientes, la actividad pugilística de Ubach se limita a una exhibición
con ocasión de la inauguración de la sala de boxeo que dirige Frank Hoche en el
Iris Boxing Club (el 12 de mayo) y a una victoria por puntos ante un
desconocido Recasens en el Teatro
Principal de Tarragona, cuatro días más tarde.
Fue
aquella la última ocasión en que Josep Ubach se puso los guantes para
enfrentarse a un rival, pero no su última participación en el boxeo.
Experimentado, buen conocedor de este deporte, poco después aparece a cargo de
la carrera de otros boxeadores, junto con managers de la talla de Rubio, Comas,
Parent y Piera. Con este último aparece como miembro del Cataluña Athletic Club
durante al menos 1925 y 1926, tiempo en el que apodera a púgiles como Mestres u organiza
algunas veladas de aficionados en La Flora. No volvemos a tener noticia de Josep Ubach, pero su legado como buen boxeador y ejemplo de dureza y pundonor marcó sin duda a los jóvenes boxeadores que, como mi propio abuelo, comenzaban por entonces a abrirse camino entre las cuerdas del ring.